Vergüenza Mundial


Sport Ilustrated


Soy futbolero. Quizá no de los que se saben las alineaciones que hicieron a su club campeón hace 20 años, pero si, soy futbolero. Me gusta seguir al equipo del que soy desde niño, porque ya lo dijo un sabio, se puede cambiar de ciudad, de país, incluso de religión, pero no se puede cambiar de equipo de futbol. (La frase del sabio, por si alguno la recordáis, también tenía un toque machista que he decidido omitir)

Viví en Argentina, un tiempo. Seguí al equipo que conquistó mi corazón en un torneo clausura y un apertura. Me acogieron con los brazos abiertos y considero al país austral mi segunda casa. Así que si, enhorabuena por la nueva estrella, porque se lo que significa el futbol en ese país. 

No reniego de mis colores ni de mi afición al futbol. Al de verdad.  Al de las rodillas raspadas en campos de arena, el de los partidos de amigos, el de las piedras haciendo porterías y el portero delantero, al de las canchas de Marangoni. A las pachangas de colegas. Al fútbol de la gente. 

Toda esta aclaración la hago porque vendrá el iluminado de turno a decirme que soy un "progre" y que no me gusta el fútbol. No, no señoras. Lo que no me gusta es en lo que se ha convertido este deporte.  No me gustan los encuentros en invierno a las 21 horas, no me gustan los partidos de los lunes a las cuantas, los repartos de derechos televisivos, los monopolios, que si no te abonas a la plataforma x no puedas ver un partido en tu casa.  NO ME GUSTA. 

Y el colmo del "fútbol negocio" ha sido esta vergüenza mundial. Un campeonato que ha obligado a parar las ligas nacionales, ¿Cuantos aficionados pueden irse un mes de noviembre a Catar?. 

Un campeonato que ha costado la vida, a fecha del pasado año, a más de 6500 trabajadores inmigrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka desde que se nombró al país del Golfo organizador de este esperpento, según una investigación del periódico británico The Guardian.  Pero según cuenta el rotativo la cifra total de muertos es significativamente mayor, ya que estos números no incluyen las personas procedentes de países como Filipinas o Kenia y tampoco están incluidas las muertes de los últimos meses del 2020. Como si 6500 personas fueran pocas muertes en 12 años. 

Si todos estos datos ya me parecen escalofriantes, no dejo de sentir cierta inquietud ante que se nombre organizador de un evento de dimensión mundial a un país que viola sistemáticamente los derechos de 
mujeres y miembros de los colectivos LGBTQA+. Entiendo entonces ¿qué el dinero se puede usar ante un organismo internacional para lavar tú imagen? Bueno, que pregunta más tonta. Claro que el dinero sirve para lavar la imagen. Estamos hartos de verlo cada día en las noticias. 

Se que los compañeros de @futbolvermello en instagram, han hecho un estudio de las audiencias de este esperpento y han sido más bajas que las de otros campeonatos, hemos visto a mucha gente reclamar el Boicot al mundial. Ahora estamos leyendo en las noticias que uno de los jugadores de la selección de Iran, Amir Nasr-Azadani. está condenado a muerte por su apoyo a las protestas de las jovenes en su país por la muerte de una mujer a manos de la policía de la moral. 

Aquí también la FIFA y los jugadores se están lavando las manos. Nadie sale en apoyo del jugador. Ninguna estrella famosa fomenta una campaña solidaria contra su pena de muerte. Ningún gobierno alza la voz. 

Así que, en esto se ha convertido el fútbol, en un negocio miserable en el que se juega con los sentimientos y la vida de la gente para que otros miserables sean más ricos. Esto es el fútbol no nos engañemos. Más allá de ese sentimiento que no se puede entender. 

#NoAlFutbolModerno

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